Valencia (7ª de abono): Puerta grande para El Cid y Miguel Ángel Perera con un buen encierro de Capea.

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FICHA DEL FESTEJO
Valencia. Feria de Fallas. 7ª de abono. 18 de marzo de 2011. Casi lleno. Tarde soleada y apacible. Se han lidiado tres toros del hierro de San Mateo (1º, 2º y 4º), dos de la ganadería de San Pelayo (3º y 5º) y el 6º bis del hierro de Zalduendo. Toros desiguales de presentación. Nobles y con clase en conjunto, tuvieron casta y raza para reponerse durante la lidia. Alguno de ellos, con la fuerza más justa. El 4º de la tarde encastado y bravo. El 5º de San Pelayo exigente pero interesante y 6º bis de Zalduendo, complicado.

Manuel Jesús “El Cid”, oreja y oreja tras aviso.
Miguel Ángel Perera, oreja y oreja tras aviso.
Cayetano, ovación y división de opiniones al abandonar el ruedo.

Valencia (Esp.).- Manuel Jesús “El Cid” y Miguel Ángel Perera son los dos nombres propios de este séptimo festejo fallero, después de descerrajar la puerta grande del coso levantino. Dos actuaciones premiadas con una oreja en cada uno de sus toros que fueron seguidas con expectación y entrega por el amable público valenciano. También triunfó el Capea con cinco buenos toros que tuvieron mucha clase y nobleza a la par que casta para soportar la lidia, si bien es cierto que también tuvieron algunos las fuerzas ajustadas.

Con el mejor de los de Capea, bajo el hierro de San Mateo, el cuarto, el Cid cuajó un trasteo donde cuidó al animal, llevándolo siempre muy suave y templado y con la tela a media altura hasta que pudo bajarle la mano. Fue faena de paciencia, de pulso, de calma y no desespero, que cuajó en una actuación interesante y plástica, a medida que se iba desarrollando la misma. Firmeza en el modo de citar al toro, muleta adelante, torería y honradez, fueron hilvanando pases en redondo de bella factura y sobre todo sentimiento. Se empeñó además el Cid en cuajarlo también sobre la zurda, su baza fuerte en su tauromaquia, y a fe que lo consiguió. Naturales despacioso, templados, midiendo la embestida de la res que alcanzó su mayor emoción cuando la bamba de la muleta acarició el albero acompasando la embestida noble del animal. Trasteo completo de principio a fin. Con inicio, nudo y desenlace que convenció a los valencianos de la recuperación de este torero. Una lástima el fallo a espadas porque seguramente estuvo en su mano el doble trofeo, aun así el público pidió la oreja mayoritariamente y el palco, de nuevo presa del reglamento, tuvo que concederla sin miramientos.

Antes, con el primero dejó cincelado en el ruedo y ante el astado de Capea una nueva faena completa en su concepción y llena de torería, gusto, sabor, temple, despaciosidad y ciencia, que también hay ciencia en el toreo. Entendió perfectamente las carencias de la res dada su manifiesta justeza de fuerzas y con la muleta a media altura, sin molestarlo, templándolo, encelándolo y con torería cuajó un trasteo que llegó al tendido e hizo explotar de felicidad un Cid exultante, al acabar esta obra. Le bajó la mano en varias ocasiones, aun a riesgo de desmerecer el trasteo, llevándolo al natural, pero tuvo suerte y esos pases también dejaron su impronta torera prendida en el alma de los aficionados. Estocada entera y delantera con efecto rápido, que facilitó la concesión de una merecida oreja. Al final puerta grande.

El otro gran triunfador fue el extremeño Miguel Ángel Perera al cortar un trofeo en cada uno de sus toros y con ello conseguir abrir la puerta grande. Su paso por Valencia demostró la recuperación palpable de este diestro aunque bien es cierto que la concesión del trofeo en el quinto, aun con petición mayoritaria es también discutible. Una vez más la mayoría empujó al presidente, reglamento en mano, a concederla. Muy ajustada dicha concesión. En lo estrictamente taurino, nos gustó mucho más, ver a Perera en el segundo de la tarde que con el exigente y complicado quinto del festejo. Al segundo, de la ganadería de San Mateo, le cuajó una interesante lidia con un quite por tafalleras ayudando a la endeblez del animal que fueron jaleadas y celebradas por el público. Después, dictó una lección de cómo se debe entender el toro y administrarle su lidia total. Muleta a media altura, suave, con firmeza pero también con cadencia con los que hilvanó un trasteo completo por ambos pitones. Se le vio muy templado, muy centrado y asumiendo la responsabilidad de actuar en una plaza importante para él como es Valencia. Cuajó una tanda al natural de cante grande, suave, templado, sentido. Concluyendo el trasteo con un final muy ojedista con el que puso el corazón en un puño a la parroquia valenciana. Oreja ganada a ley.

Con el quinto poco pudo hacer. Estuvo firme y dispuesto buscando el triunfo que finalmente logró, pero no alcanzó las cotas que sí logró en el anterior astado. Trasteo más irregular pero de exposición y valentía, que solo alzó el vuelo en su final cuando protagonizó un arrimón de pavor entre los pitones. No fue un toro cierto, es más, buscaba y derrotada en cada una de sus acometidas y ante él, Perera se la jugó sin trampa ni cartón. De verdad. Aunque después se le fue la mano con un bajonazo y por ello, resulta muy discutible la concesión del trofeo a pesar de la petición mayoritaria. De nuevo, el palco en entredicho y la categoría de la plaza también. Puerta grande.

Completó el cartel Cayetano que demostró su disposición durante toda la tarde aunque se fue de vacío y bajo una división de opiniones. Declaración de intenciones yéndose a la puerta chiqueros en el tercero de la tarde y la gente con él. Solventó el trance con oficio y valentía para seguir toreando más liviano a la verónica. Después todo terminó cuando el toro se partió el pitón. Con el de Zalduendo bis, nada pudo hacer. Incierto también el de Domecq, lo más destacado lo firmó en el inicio de faena de rodillas pegado a las tablas y con toda la plaza volcada. Pero ahí terminó todo. Abrevió y punto y final. Nos quedamos con las ganas de ver ese gran toro de Capea que cerraba la tarde oficialmente, pero que fue devuelto precipitadamente a los corrales por una supuesta cojera.

Texto: Alfonso Sanfelíu
Fotografía: Paco Ferrís