VALENCIA (7ª de abono): Arturo Saldívar abre la puerta grande en la reaparición épica de José Tomás.

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Tarde intensa. Extraordinaria. Histórica. Tarde para el recuerdo la que se ha vivido en Valencia con la reaparición de José Tomás tras el gravísimo percance sufrido en Aguascalientes hace ahora quince meses. Reapareció la leyenda y volvió a escribir una página épica en el toreo y en su historia. No salió a hombros, pero su tarde ahi quedará en la memoria de cuantos la presenciamos. Victor Puerto no pudo cortar trofeos aunque estuvo más que digno en tarde de tanto compromiso. Y el mexicano, Saldívar abrió la puerta grande tras una gran actuación.

Fecha de emisión: 2011-07-23
Valencia (Esp.).- Apenas pasados unos minutos de las siete de la tarde, la plaza en pie recibía con una atronadora ovación a José Tomás. Quince meses de sequía en todos los ruedos del mundo sin poder verle torear, terminaban después de un calvario sufrido y soportado en la intimidad de los suyos, tras el gravísimo percance en Aguascalientes. Echó a andar el genio de Galapagar flanqueado por Víctor Puerto y el mexicano Arturo Saldívar, mientras en el tendido se reproducía la atronadora e intensa ovación del público. Termómetro auténtico de la pasión, la intensidad y la emoción con la que todo el mundo llegó a Valencia dispuesto a ser testigos de este día histórico para el toreo. El cariño del respetable volvió a hacerse patente tras romper esta procesión hacia el destino que es el paseíllo, y en la raya del tercio, enjuto, serio, más canoso que hace un año y medio, recogía José Tomás, con gratitud y exquisito respeto, las muestras de cariño y devoción que le profesó todo el público. Grande el prólogo a una tarde que dejó exhaustos a cuantos la vivimos.

Fue una tarde de lujo con cartel de no hay billetes. Público hasta en las escaleras. Gente guapa y de todas las nacionalidades, llegadas a la capital del Turia no para ver la Formula 1 o las fallas, si no para ver y disfrutar con un torero. Ver y disfrutar del toreo. Ver y disfrutar del espectáculo más auténtico de cuantos hay en la actualidad: el toreo.

Al primero del festejo, armónico, bonito y bien hecho lo recibió el manchego, Víctor Puerto, con verónicas templadas, suaves y mecidas que daban el toque de atención preciso, del que no está dispuesto a ser un convidado de piedra. Pelea justa en el caballo que propició una rivalidad en quites entre Puerto y José Tomás interesante. La expectación ante el madrileño era máxima y a ella correspondió con un quite por delantales templados, gustosos y con ritmo, que pusieron la plaza boca abajo. Lances replicados por Puerto a la verónica, con firmeza, seguridad, temple y torería. Brindó el manchego al protagonista de la tarde, José Tomás, y comenzó el trasteo de rodillas y en redondo, con dominio y convencido de triunfar a pesar de todo…, también a pesar de José Tomás. Lo mejor lo logró en el toreo fundamental sobre la diestra, cuando cuajó varios pases llenos de temple y gusto. Se acabó el toro en mitad de faena y la plástica tuvo que dar paso a la emoción, con un toreo de cercanías en el que Puerto estuvo valiente. Trasteo de más a menos en intensidad, en el que dejó muestras de la sazón en la que se encuentra. Saludos desde el tercio.

Con el cuarto de la tarde, también bonito de hechuras pero justo de fuerzas como la mayor parte de los toros lidiados en este festejo, no pudo lucirse ni en el recibo ni con la muleta. Llegó inválido al último tercio y por ello, nada pudo hacer. Voluntad, seriedad y dignidad, fueron las actitudes dominantes en su actuación. Mejor dicho, durante toda la tarde. Una buena estocada, puso fin a su actuación en este ciclo. Silencio. Aunque para silencio, el que se escuchó y sintió en cada una de las actuaciones del diestro de Galapagar. Resulta difícil trasladar al papel las sensaciones que se vivieron durante toda la tarde y más aún, cuando José Tomás lidió su lote.

Al primero, segundo de lidia ordinaria, lo recibió a la verónica muy cerrado en tablas protegiéndose del molesto viento, presente a lo largo de toda la tarde. Poco que destacar en estos dos primeros tercios, salvo ese quite por gaoneras que, apurando al límite, demostró una vez más, el valor seco y desmedido que tiene José Tomás, capaz de exponer hasta lo inimaginable su vida, de una forma desnuda y sincera ante el público. Un quite contestado con valiente atrevimiento por el más joven, el mexicano Arturo Saldívar, quien por tafalleras también se ajustó en contrarréplica al genio de Galapagar. Después del envite, llegó el momento de la faena y tras brindar el toro al equipo médico que le salvó la vida en Aguascalientes, comenzó la faena con poderío sobre una pierna flexionada y toreando en redondo, al tiempo que domeñaba y obligaba mucho la embestida del astado. Silencio tenso y diría que devocional, el que presidió este comienzo de trasteo. Con este toro que nunca se entregó ni terminó de humillar, los dominantes pases en redondo, dieron paso a otros en los que Tomás fue alargando la embestida con mando y temple, llegando al clímax cuando se decidió a bajar la mano con autentico dramatismo estético. Muy poderoso se le vio durante toda la tarde a pesar de las irregularidades en las embestidas de sus oponentes. Dado que nunca terminó de romper el toro a mejor, es verdad, el trasteo tuvo sus altibajos e intermitencias, cierto, pero se vivió la actuación, con auténtica intensidad. Lances en los que se rompió el diestro, se quebró la embestida de la res y rugió la plaza con un olé ronco y profundo salido de las entrañas del alma. Faena fundamentada en el toreo en redondo, siempre a más, ganando enteros conforme transcurría. Los naturales intentados fueron mera anécdota porque el toro por ahí protestó, más la importancia de los pases con la diestra, sí fueron lo realmente auténtico. Final encimista, mayestático y hondo, que no rematado como merecía le hizo acreedor de una ovación cerrada recogida en la raya.

Y con el otro toro, el quinto, se desató la tensión y la pasión, hasta el punto de llegar a la alteración del orden público cuando tras la obra cuajada por José Tomás, el presidente del festejo resolvió no conceder el doble trofeo. Se aferró al reglamento y a la posición de la espada, ligeramente desprendida, y a pesar de que la plaza fue un absoluto clamor no la concedió. ¿Hizo bien? ¿Hizo mal? Sólo sé que el presidente fue coherente con la línea que adoptó en cuantos festejos ha presidido durante esta feria y que por ello, estuvo bien tomada la decisión. Ahora bien, ¿hay que ser tan reglamentaristas cuando estamos hablando de un clamor extraordinario, un trasteo hondo lleno de intensidad y entrega, que sitúo al borde del éxtasis a más de diez mil almas? Son cuestiones que abren un debate del que no tengo respuesta… En lo estrictamente artístico, a este del Pilar, el genio de Galapagar le cuajó varias verónicas en el centro del ruedo mecidas, suaves, templadas y sin molestar al animal, que estuvieron abrochadas con una media abelmontada de profundidad y dramatismo extraordinarios. Quitó después por chicuelinas, y a él replicó de nuevo Saldívar, dispuesto a no dejar pasar la oportunidad como así hizo, pues al final fue él quien en solitario cruzó a hombros la puerta grande. Quite del joven matador por saltilleras y gaoneras, llenas de entrega, verdad, riesgo y emoción, que encogieron el corazón del público. Nada para lo que vino después, cuando en el centro del ruedo, comenzando la faena en un pase cambiado, José Tomás recibió una tremenda voltereta que lo dejó inconsciente durante unos segundos. Se cernió sobre Valencia la tragedia, y el público enmudeció viendo como el diestro intentaba recuperarse del tremendo trastazo. Tras unos minutos entre barreras tomando aire y recomponiéndose, volvió a la cara del toro y cuajó una obra cumbre por intensidad, plasticidad, entrega, dramatismo y valor. Lo mejor sin duda de todo el trasteo llegó en el toreo al natural donde rompió la embestida y acabó con el cuadro. Siempre estuvo presente la sensación de riesgo, de emoción y de tragedia, y entre el ay y el olé fue transcurriendo una actuación donde la cumbre llegó en varias tandas al natural extraordinario que fueron abrochadas con exquisitas manoletinas con el toro totalmente entregado a su suerte en tablas. Fue una obra llena de gusto y estética dramática, merecedora –seguramente- del doble trofeo. No fue así y recibió una oreja con doble vuelta al ruedo clamorosa. Bienvenido José Tomás.

Completó cartel el mexicano Arturo Saldívar quien fue al final triunfador con puerta grande. Actitud encomiable la de este valiente y bravo torero azteca que dejó patente en tarde de tanta expectación que él, también quiere ser figura del toreo. El quite por chicuelinas, ajustado hasta la locura, en el primero de su lote, fue la tarjeta de presentación, aunque antes ya había desplegado su toreo en el turno de José Tomás. Trasteo cimentado en el valor, el temple, la torería y la entrega. Bizarro fue el mexicano, que logró una obra en la que se maridó el buen toreo con el de valor, aliñado con una gotitas de miedo y susto para el público. Y con el que cerró plaza, salió a rematar la tarde. Se rompió la plaza con él, olvidando momentáneamente el disgusto ocasionado por el presidente con la negativa a José Tomás, y fue cuando logró cuajar varias tandas en redondo arrebatadamente puras, plásticas, y sentidas. Intensidad, emoción, valentía, desparpajo, entrega, genialidad. Faena compacta por ambos pitones rematada con unas bernardinas que fueron el preludio a una estocada. Oreja y puerta grande. Triunfo rotundo en una tarde donde volvió la leyenda: José Tomás.

Texto: Alfonso Sanfeliu
Imágenes: Paco Ferrís